El pueblo elegido por quienes ‘huían’ del Este se llenó de familias y turistas que van por el día. Lo más exclusivo, ahora, está al Norte.Pareciera que fue ayer eso de irse a José Ignacio en busca de tranquilidad. La premisa, adoptada por veraneantes deseosos también de encontrar un margen de exclusividad, se volvió una constante cada vez más para la gente que comenzó a hacerse esa escapadita desde Punta del Este hasta el kilómetro 182 de la Ruta 10. Hoy, esta pequeña península que se interna en el mar a través de sus dos kilómetros de largo y 800 metros de ancho, esta superpoblada en épocas de temporada.
Una postal inicial lo prueba: es la del camino de entrada que desemboca en La Huella, hasta hace unos años, un parador exclusivo que hoy desborda con gente esperando para almorzar. Allí, Playa Brava aparece colmada de niños y familias. La imagen se extiende hasta el faro; pegando la vuelta comienza la Playa Mansa, la otra cara de este antiguo pueblito de pescadores donde también se repite una asidua concurrencia.
“José Ignacio está saturado, hay un tráfico infernal y muchas casas una al lado de la otra. Hoy tenés al lado a tu vecino que si no te pone la música fuerte, tiene a los chicos a los gritos”, grafica Astrid Perkins, autora del libro Al Este, quien además, trabaja en branding de productos inmobiliarios y hoteleros en toda la costa Este de Uruguay. Afirma Perkins: “Quienes alguna vez encontraron algo de tranquilidad en estas tierras ya no cuentan con ella”.
Gastón Aispuru (30) nació en este pueblo de pescadores. Su padre, José, más conocido como “Manolo”, tiene una histórica carnicería que lleva ese nombre. “El cambio se viene dando escalonado. Hoy, no solo se ve mucha gente, sino también edificaciones nuevas”, dice Gastón.
Es entre el 27 de diciembre y el 15 de enero donde aparece lo que varios ya denominan el “José Ignacio estallado”. Cuentan aquí que los dueños de las propiedades las alquilan justamente la primera quincena para luego venir ellos del 15 en adelante. “La marca José Ignacio fue creciendo en los últimos años”, define Fabián “Zorrito” Von Quintiero, un histórico veraneante del lugar que desde hace ya tres años cambió esta zona por la de Solanas y Playa Mansa, en la Punta. “Se mezcló el público, por decirlo el selecto, que son los que tienen su casa allí, con aquellos que van a pasar el día”, explica el músico.
Es por eso que, quienes pueden hacerlo, comienzan a disfrutar los escenarios despojados de ruido y edificaciones, que ya empiezan a aparecer en las propias inmediaciones de José Ignacio, como por ejemplo Pilar del Faro o Club de Mar.
En búsqueda de paz. Sin embargo, siguiendo por Ruta 10 hacia Laguna Garzón es la zona donde se perfila lo que viene. Para Perkins se trata de una incipiente tendencia que crecerá en los próximos años.
“La gente de toda la vida de Punta del Este, de poder adquisitivo grande se animan a más y ya pasaron esa cosa de estar en el pueblo donde todos se ven con todos. Hay un público que entiende que sus vacaciones significan otra cosa, van a buscar ese encanto perdido, quizás en el campo uruguayo y sobre la costa”, explica. Así como hubo pioneros que instalaron sus espacios hoteleros y gastronómicos en José Ignacio, hoy existen otros que compran terrenos y desarrollos inmobiliarios donde ven el potencial. “Son gente que puede esperar, tienen algo muy valioso que es la tierra, un bien escaso. Crean sus emprendimientos a la espera de esta incipiente tendencia que cada vez va a ser más contundente porque la realidad es que José Ignacio ya no da más”, agrega.
Este “movimiento” es seguido de cerca por el mercado inmobiliario en general. Sabas Pereira, operador inmobiliario con treinta años de trayectoria, dice que, ante un José Ignacio colmado de gente, los campos hacia Garzón son el nuevo paraíso a conquistar. Pero aún es cauto. “Todavía no se nota, el cambio se dará en los próximos años. Miguel Moltedo, que tiene un hostel en Playa Mansa hace más de treinta años, ya tiene pensado abandonar la costa y asentarse en la Laguna Garzón con un proyecto deportivo y ecológico que planifica hace 15 años. Dice que está buscando inversiones para que aporten al desarrollo hotelero de la zona. Es un paraíso natural”, afirma.
Cruzando el puente de la Laguna Garzón (ver aparte) se encuentra Las Garzas, el emprendimiento inmobiliario de Eduardo Costantini que marca tendencia. Son casi 500 lotes de entre los 2 y 5 mil metros cuadrados, que se destacan por su encanto natural, su diseño arquitectónico y sus servicios e instalaciones. Sobre 240 hectáreas y 2 kilómetros de playas vírgenes, se desarrolló una urbanización privada con lotes de 2.800 m2 en promedio y amenities para uso exclusivo. Allí, reina una tranquilidad buscada, la misma que supo tener José Ignacio en sus comienzos.
Un puente sobre la laguna
Eduardo Costantini, presidente del Grupo Consultatio, cristalizó en diciembre de 2015 su última apuesta de inversión en Uruguay al inaugurar el Puente Laguna Garzón, una obra original que se caracteriza por ser circular y que une las localidades de Rocha y Maldonado. La obra estaba incluida en el presupuesto de US$ 80 millones que comprende el complejo Las Garzas.
Las Cárcavas, otro lugar buscado –y soñado– es un emprendimiento que privilegia el entorno y la naturaleza. Ubicado en Garzón cuenta con una superficie total de 51,2 hectáreas, 24 chacras con un promedio de 9 mil m2 cada una y 16 bungalows.
Las celebrities eligen Casa Suaya y pasan los días de playa en La Caracola, a la que ya llaman “la nueva Huella”.
I Nota original: http://www.perfil.com/sociedad/con-jose-ignacio-colapsado-las-chacras-de-mar-en-garzon-son-el-nuevo-paraiso-vip.phtml