¿Son realmente los argentinos de Buenos Aires los parisinos de Sudamérica?

  • hace 1 mes

La mirada de una corresponsal de la BBC sobre los porteños y la «argentinidad»

Un poco en serio y un poco en broma, de los chilenos se suele decir que son los ingleses de Sudamérica. Los uruguayos serían los suizos y los argentinos, los franceses. La periodista Cristina Pérez explora de dónde viene esta última creencia, que tiene más base histórica de la que muchos creerían.

No es la ensoñación de un turista que caminando por Buenos Aires sintió un déjà-vu parisino al contemplar palacetes y esculturas.Hay quienes comparan la Avenida 9 de Julio con los Campos Elíseos..

Tampoco es el efecto de haber escuchado a demasiadas personas comentando su sesión de psicoanálisis en un petit café porteño.

Fue un propósito histórico deliberado y ha impregnado la identidad de los argentinos desde los albores de su Estado: la decisión de ser los franceses de Latinoamérica.

12 cosas que aprendí siendo corresponsal en Argentina

«Para la Argentina fue muy tentador imaginar que para 1910- el centenario de la Revolución de Mayo- tenía que imitar a Francia y convertir a Buenos Aires en la gran capital latinoamericana a la usanza parisina», indica el historiador Eduardo Lazzari.

¿Pero entonces fue un afrancesamiento deliberado el de los argentinos?

«La atracción hacia la exquisitez francesa hizo que en 1880 se regalaran 20.000 pasajes gratis a franceses que quisieran venir a la Argentina y el ‘gancho’ oficial de esa campaña era que Buenos Aires era la París de Latinoamérica», precisa el historiador Daniel Balmaceda.

«Capital de un imperio que no existe»

La intención de ser los franceses de Latinoamérica redundó en el más asombroso despliegue de imitación cultural y en una fenomenal inversión edilicia gracias a una prosperidad sin precedentes que catapultaba entonces al país al sexto puesto en la economía mundial.Entre 1890 y 1920 se construyeron 140 palacios en la Avenida Alvear.

«Entre 1890 y 1920 se construyen 140 palacios a lo largo de la Avenida Alvear, intentando replicar París pero con edificios de mayor tamaño», cuenta Lazzari, que recuerda la expresión de George Clemenceau en su libro «Notas de Viaje por América del Sur», en el que llama a Buenos Aires «la capital de un imperio que no existe». La consideraba incluso más grandilocuente que París.

«Esos edificios representan la cumbre del modelo social y cultural francés», concluye.

«En las principales casas del país -desde 1890 en adelante- quedaba muy bien tener un cocinero francés además de una institutriz francesa, y muchos niños se criaron directamente hablando en francés», detalla Balmaceda.

Muchos palacios aún conservan la impronta francesa.
Muchos palacios aún conservan la impronta francesa..
La escritora Victoria Ocampo es uno de los ejemplos más notorios de quienes aprendieron francés como lengua materna antes que el español.

Pero además, la Argentina de entonces tuvo dos presidentes que fueron elegidos como tales cuando eran embajadores en Francia -Marcelo T. de Alvear y Roque Saenz Peña- y la comunidad argentina era la más numerosa en París: llegó a alcanzar las 20.000 personas.

«Estaré en Francia cuando la grata muerte me llame en un lugar de Buenos Aires», escribió Jorge Luis Borges en su poema «A Francia».

Con la vaca en el transatlántico

Las clases más adineradas no escatimaban viajes a la Ciudad Luz, aunque, eso sí, llevando la propia vaca en el barco para tener leche fresca.

Y los apoyos argentinos a Francia durante la Primera Guerra Mundial incluyeron desde la construcción de hospitales hasta la apertura de casas particulares en París para asistir a heridos.También es curioso que hasta la popularidad del tango -emblema nacional- se terminó validando cuando la danza conquistó París. El máximo representante, Carlos Gardel, -intérprete de Mi Buenos Aires Querido-, es precisamente francés.

El advenimiento del peronismo, sin embargo, puso un freno a las formas parisinas.

Su virulento enfrentamiento con las elites tradicionales hizo encapsular puertas adentro los hábitos de este costumbrismo que incluía ópera y tertulia al mejor estilo francés.En el pasado se consideró a Buenos Aires como la París de Latinoamérica. Imagen de archivo de 1925.

«Hasta la llegada del peronismo las elites no vivían en forma vergonzante su condición de elites», afirma Lazzari.

Pero ni la fuerte impronta nacionalista del movimiento que encumbró al general Juan Domingo Perón y a su esposa Eva Duarte pudo con la onda expansiva cultural que arraiga hasta hoy.

Cortázar y Atahualpa

El escritor argentino Julio Cortázar, que se radicó en París en 1963, escribió allí una de las obras cumbres de la literatura latinoamericana: Rayuela.

La historia se desarrolla en París y por los puentes de esa ciudad su protagonista busca a su amante, la Maga.

Atahualpa Yupanqui, poeta telúrico por excelencia, que se regocijaba en la idea de «ser país», publicó su primer disco LP -«Minero Soy»- en París con la firma Chante Du Monde, luego de ser invitado a actuar por Edith Piaf en 1950.

«Estaré en Francia cuando la grata muerte me llame en un lugar de Buenos Aires Jorge Luis Borges»»
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Entre los hábitos que comparten argentinos y franceses está la fascinación por el diván y la práctica del psicoánalisis, costumbre extendida en estos dos países.

Argentina ostenta el récord de psicólogos por habitante.

«Según relevamientos que abarcan hasta 2014, hay 82.000 psicólogos en actividad, un número equivalente al estadio de Wembley lleno», ejemplifica el psicoanalista Diego Sehinkman.

Franceses y argentinos comparten el amor por el psiconálisis y Sigmund Freud.
Franceses y argentinos comparten el amor por el psiconálisis y Sigmund Freud..
«Mientras en otras partes del mundo ir a terapia está asociado a un déficit emocional, en Argentina está asociado a una virtud», explica.

Tanto que la práctica se exhibe en las más altas esferas.

Sehinkman recuerda que, apenas elegido como presidente, Mauricio Macri «dijo públicamente, casi con orgullo, que esa misma mañana iba a concurrir a terapia».

«Quiso mostrar que él era humano y que bajo esa coyuntura emocionalmente fuerte era bueno tener un espacio terapéutico de diván».

Y justamente fue el presidente francés, Francois Hollande, el primero en confirmar su visita a la Argentina en esta nueva etapa política que sigue a la era Kirchner.

Contra la corriente

En busca de una conclusión, BBC Mundo le preguntó al historiador Lazzari hasta qué punto y por qué se extiende aquel afrancesamiento cultivado desde la primera presidencia de Julio A. Roca en 1880.

«La Argentina es el único país que en el siglo XX empezó con mejores condiciones de lo que terminó. Por eso, para el argentino, el carácter simbólico de lo que fue es tan fuerte», explica.

¿Y qué comparten hoy, en pleno siglo XXI, argentinos y franceses?

«El argentino tiene la gallardía del francés», opina Balmaceda. «Es decir, que está seguro de dónde está plantado, aunque deba ir contra la corriente mundial. Es esa personalidad francesa que tenemos, y que vista a los ojos del mundo, puede incluso parecer soberbia», admite.

Cristina Pérez

Argentina, especial para BBC Mundo

LA NACION Buenos Aires

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