La naturaleza virgen de la costa uruguaya atrae numerosos proyectos inmobiliarios; una hectárea frente al mar se cotiza en 200.000 dólares y hay cada vez más interesados
PUNTA DEL ESTE.- Ya no es la enigmática mano de piedra enterrada en la arena de La Brava. Tampoco es el puerto con sus lujosas embarcaciones o el ondulante puente de La Barra junto al vértigo que provoca cruzarlo. El nuevo ícono esteño, el que atrae selfies, paseos familiares y pausas con mate y caña de pescar, es el puente circular proyectado por Rafael Viñoly sobre la laguna Garzón, que solventó el empresario Eduardo Costantini para unir los departamentos de Maldonado y Rocha.Laguna Garzón Lodge, un complejo muy visitado.Foto:Santiago Hafford
Basta cruzarlo para entender por qué es difícil refutar el latiguillo de algunos inversores argentinos que aseguran que «el paraíso existe y está en Rocha», mientras invitan a colonizarlo. Se refieren a unas 770 hectáreas (de un total de 30.000) de campo sobre la franja oceánica, entre las lagunas de Rocha y de Garzón que, atravesadas por el ripio de la ruta 10, muestran desde el mar las hondonadas y quebradas de una postal bucólica donde conviven vacas, caballos y aves marinas. Y donde la ordenanza costera exige los más altos estándares ambientales para no profanar semejante porción de naturaleza prístina.
Más allá de la novedad del puente y de las polémicas que arreciaron por no haberse respetado el proyecto original de Viñoly, que hoy abdica del diseño, sobre ese portento se cifran las ansias de expansión premium del balneario esteño. Rocha entra ahora de lleno en la competencia del lujo.
Si exclusividad y naturaleza virgen fueron los baluartes que desde los años 50 empujaron el desarrollo hacia el Este y los que convirtieron al balneario uruguayo en la meca aspiracional y veraniega de América del Sur, en el siglo XXI esos valores se potencian frente a la escasez.
Es sólo una cuestión de tiempo, dicen las autoridades charrúas, para que ese enclave campestre con abismales vistas oceánicas se erija en el nuevo bastión del deseo y empuje en formato de barrios y chacras marítimas el desarrollo más selecto de la costa uruguaya. Hoy la hectárea de campo frente al mar se cotiza a US$ 200.000 en Rocha, pero los valores, aseguran, seguirán incrementándose cuando el año próximo irrumpan en el mercado muchos de los proyectos inmobiliarios de capitales argentinos que hoy esperan su aprobación.
«En 10 o 15 años, ya que el puente acelera la anunciada expansión hacia el Noreste, va a estar consolidada el área más exclusiva del Uruguay», afirmó a LA NACION el intendente de Rocha, Aníbal Pereyra. «Pero eso dependerá del entusiasmo de los propios argentinos que son los grandes terratenientes e inversores de esa área entre lagunas que cuenta con el valor agregado de una planificación estratégica desde el inicio y con permisos de edificación de sólo un 35% para la ocupación total del suelo».La tranquilidad total, entre la arena y el agua, en Las Garzas.Foto:Santiago Hafford
Los precursores
Entre los pioneros de ese enclave en primera línea y hasta hace poco casi inhóspito, al que se accedía por un sistema de balsas, hay grandes fortunas y empresarios argentinos. Al CEO de Techint, Paolo Rocca, con su campo de 2000 hectáreas, lo siguieron primero Federico Álvarez Castillo, y luego, Santiago Soldati, Manuel Antelo y Ralf Harteneck, ex ejecutivo de Microsoft y amigo personal de Bill Gates. Todos edificaron allí sus chacras veraniegas, hasta que en 2008 Consultatio plantó bandera y en una fracción de 240 hectáreas con 330 lotes fundó el club de mar Las Garzas.
Con seis casas ya edificadas, otras tres en construcción, 180 lotes vendidos (desde US$ 135.000 a un millón de dólares para los que besan el mar), Las Garzas funcionó esta temporada como un botón de muestra de lo que vendrá: en diciembre pasado, en sólo 10 días, liberado el cepo, se vendieron 20 lotes con financiación y durante enero su restaurante, a cargo del ascendente chef Camote Langer, junto a su club house fueron un imán para los que le escapan al espíritu gregario de José Ignacio.
Costantini está seguro de su apuesta. Por algo desembolsó US$ 10 millones para la construcción del puente, que acicatea, además, la segunda etapa de Las Garzas, con otros 170 lotes (en total son 500) y del que también se beneficiarán otros inversores argentinos. Entre ellos, su hijo Eduardo, con Las Cárcavas (51 hectáreas para 22 chacras sustentables frente al mar, con energía limpia y reserva natural); el desarrollo Rincón de Arditeia (28 chacras sobre un predio de 200 hectáreas con cuatro lagunas, cruzando la ruta 10, de la familia Etchepare) y el que se perfila como el más high end de todos: Arenas de Rocha, unas 190 hectáreas de coníferas frente al mar y otras tantas cruzando la ruta 10, que albergarán una cancha de golf de 18 hoyos.
Cuentan por lo bajo los rochenses que la familia Frávega, dueña de La Reserva de Cardales, fue el último gran desembarco entre los que han podido conquistar jirones vírgenes de la costa uruguaya. Pero a esas grandes extensiones, reservadas para los sectores más pudientes, hay que sumarles un loteo público, que hoy está en la mira de muchos. Son loteos a partir de los 500 metros del barrio El Caracol, un bosque de vegetación autóctona que abraza a la laguna Garzón, cruzando el puente de Viñoly.
Lejos del lujo de los barrios con amenities, El Caracol atrae el interés de inversores no tan opulentos. Con fracciones que arrancan en los US$ 18.000 y llegan a los US$ 200.000 para los lotes sobre la laguna, no son pocos los que ven en ese enclave un futuro similar al de La Juanita, el barrio hippie-chic, hoy eje de un boom, antes del ingreso a José Ignacio.
Las autoridades rochenses salen al cruce de cualquier cálculo agorero. Dan por hecha la «maldonización de Rocha», el neologismo en boga que describe la mudanza del lujo.
Hacia el Noreste por la línea costera y hacia el Norte por la campiña, hay algo que nadie pone en duda: a la expansión esteña la empujan los argentinos.
LA NACION Sociedad Verano 2016