José Ignacio se convirtió en un cine

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El festival del balneario festeja su séptima edición con buenos films y grandes noticias.

Pablo Mazzola le da la bienvenida a los recién llegados con una sonrisa, y les entrega el catálogo con la programación mientras atiende por el rabillo del ojo la cantidad de gente que desciende por la bajada «De los pescadores» para ver Aquarius, la primera película que exhibe este año el José Ignacio Internacional Film Festival (JIIFF), del cual es programador.Son más que nunca: unos 150, entre los que incluso hay niños. «Desde hace 7 años me pasa lo mismo: los veo venir y siento un vértigo, empiezo a hacer cálculos a ver si nos va a dar el espacio, la comida y las bebidas», dice.

No tiene mucho tiempo para distraerse en especulaciones, porque un pescador se presenta con amabilidad y le explica que lleva una hora esperando para pasar su barco junto a sus compañeros: la entrada está casi bloqueada por la pantalla inflable. «Enseguida lo solucionamos», le responde sin perder la sonrisa. Además la luz de la calle sigue prendida y la función está por comenzar; «esto no puede quedar así», suelta nervioso pero calmado, un estado de ánimo que solo puede justificarse por el paisaje paradisíaco que lo rodea.

Son cinco las películas que se exhibirán hasta el 15 de enero cuando llegue el atardecer. Durante la espera de que baje el sol se escucha música electrónica y varios fotógrafos toman retratos del público en una especie de alfombra roja improvisada. Dos barras ofrecen copas de vino (de Bodegas Garzón) y refresco; el circuito incluye una caja de pop (elaborado por Movie) y un asiento cómodo, en reposeras o sillas que ubicó la organización. Los que se quedaron sin asiento, son rescatados por promotoras del banco Itaú que recorren el lugar entregando respaldos hechos en cartón.

Calidad y calidez.
Cada año Mazzola mira unas 300 películas, cifra que le parece menor al lado de la que exponen otros de sus colegas programadores. «Saco apuntes, hago listas, pienso para qué público es adecuada, en qué momento estrenarlas y en qué condiciones», agrega.

Para elegir las cinco que conforman esta programación habrá visto unas 100, junto a Mariana Rubio y Fiona Pittaluga, miembros del quinteto que hace posible este evento. «Hacemos una curaduría con un rigor enorme. Buscamos en los festivales más grandes como Toronto, Londres, Venecia, Viena o Cannes. También variamos la nacionalidad de los cineastas porque buscamos que cada edición sea una posibilidad de innovación para la audiencia», explica.

La calidad de la muestra es la principal razón para entender la fidelidad de los asistentes. «Queremos que la gente pueda tener un buen programa artístico en sus vacaciones, es nuestra manera de fomentar la formación de público y de promover que estas películas lleguen a salas», asegura, «porque son historias que nos hacen entrar en acción a todos y no cuentos amables para ver desde la arena». De hecho, son títulos que difícilmente se ven en festivales locales, como la alemana Toni Erdmann (que se proyecta esta noche). Y hay films que tendrán en José Ignacio su estreno latinoamericano como la japonesa Harmonium (viernes 13) y la canadiense Boundaries (sábado 14).

Entre las incorporaciones de este año habrá una charla acerca de crítica cinematográfica con Roger Koza (jueves 11, a las 11 hs en Casa JIIFF), un concurso de cortometrajes y el lanzamiento de Usina del sur: una competencia de films en etapa de finalización. Es que este festival empezó como el deseo de ver cine en una playa, pero se convirtió rápidamente en una propuesta que no para de crecer.

Y hay lugar para los cortos
En esta edición la grilla se agrandó con la exhibición antes de cada largo de cinco cortometrajes rodados bajo la consigna José Ignacio al natural

El concurso es coproducido con Egeda, que premiará al ganador. La obra será escogida por un jurado compuesto por los productores Mariana Secco y Diego Robino y la periodista Adela Dubra.

Seis películas concursan por apoyos
Tras una iniciativa de la Dirección del Cine y Audiovisual Nacional (ICAU), el festival sumó una instancia competitiva de work in progress que se bautizó Usina del sur. Según Mazzola, la actividad propone apoyar a proyectos en etapa de finalización de países con cinematografías más débiles y emergentes, «que necesitan ser asistidas y acompañadas». Entre los proyectos presentados se realizó una selección, coordinada por el documentalista Gonzalo Arijón, junto a los aportes del consejero de programación del Festival de Cannes José María Riba, Fiona Pittaluga y el propio Mazzola. Los títulos escogidos son El maestro (Ecuador y Argentina), El río (Ecuador y Bolivia), Respirar (Uruguay y Argentina), Gritando por dentro (Bolivia), La embajada de la luna (Uruguay) y Sacachún, érase una vez la lluvia (Ecuador). El jurado está compuesto por personalidades internacionales como la programadora de Cannes Anne Delseth, la coordinadora del Festival del Arcalt Eva Morsch y la directora de producción ligada a varias muestras Rosanna Seregni. Los premios son servicios de postproducción de empresas locales y extranjeras.

Fuente: elpais.com.uy

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