El 29 de junio, cuando unos 250.000 estudiantes volvieron a las aulas en Montevideo, Uruguay alcanzó un hito en la vuelta a la normalidad pos-COVID-19, que aún es una aspiración lejana para la mayor parte de América Latina. Mientras el virus sigue haciendo estragos en el continente, en Uruguay el número diario de nuevos casos se mantuvo casi todos los días en cifras de un solo dígito a partir de mayo, aunque recientemente se han identificado algunos brotes incipientes.
Lo más sorprendente es que Uruguay logró estos resultados sin recurrir al confinamiento obligatorio, aún que sea es el país de Latinoamérica con la mayor proporción de personas mayor de 65 años, el grupo etario de mayor riesgo. ¿Qué ha hecho que el país tenga, hasta el momento, éxito en contener la epidemia? ¿Y qué pueden aprender otros países de su experiencia?
Actuar con rapidez y escuchar a los científicos
Desde el inicio, Uruguay se tomó muy seriamente la amenaza del COVID-19. Cuando se confirmaron los cuatro primeros casos importados (el 13 de marzo), el Gobierno (que había asumido hacía sólo dos semanas) anunció la emergencia sanitaria nacional y puso en práctica medidas como la cancelación de eventos públicos, cierre parcial de fronteras y la cuarentena obligatoria para los viajeros provenientes de países con altos niveles de infección.
Al día siguiente se inició una campaña de sensibilización sobre buenas prácticas de salud y protocolos de higiene, y mediante un decreto presidencial se ordenó la suspensión de las clases y el cierre de los grandes centros comerciales. A su vez, el gobierno uruguayo convocó a un grupo asesor de científicos encabezado por expertos médicos de primer nivel y coordinó sus acciones con el sector privado.
Detección temprana y vigilancia, sin lugar para la complacencia
La celeridad de las medidas adoptadas, el asesoramiento científico para la toma de decisiones y el uso de tecnologías innovadoras, fueron las tres características centrales en el caso uruguayo. El país comenzó de forma temprana a realizar pruebas a gran escala y creó sus propias pruebas de diagnóstico y tecnologías de trazabilidad de contagios. A través del seguimiento comunitario en las zonas de brote de la infección, se facilitó la detección precoz de la propagación del virus y el aislamiento.
El país todavía mantiene una elevada tasa de realización de pruebas en América Latina, a pesar de que su tasa de contagio es de las más bajas. Asimismo, medidas preventivas, como la promoción del uso de mascarillas, también se aplicaron antes que en otros lugares de la región. El gobierno publica diariamente noticias y recurre a aplicaciones móviles, chatbots y a las redes sociales para garantizar que la población esté debidamente informada sobre la pandemia. La aplicación para celulares Coronavirus UY permite el seguimiento de casos y emite alertas en caso de contacto cercano con casos detectados como positivos.
Unidad de propósito
El elevado nivel de cohesión social y de confianza en el gobierno aseguraron el apoyo generalizado a las medidas de contención, acrecentando la efectividad de las campañas públicas alentando a la gente a trabajar desde sus casas y a los comercios a cerrar las puertas. Si bien la mayoría de las medidas no fueron obligatorias, numerosas asociaciones empresariales y sindicatos de trabajadores acordaron voluntariamente interrumpir temporalmente las actividades en sectores como la construcción y el comercio minorista. Incluso el sector turismo se sumó a la campaña de concientización, en contra de sus propios intereses. Una de las principales cámaras empresariales del sector convocó a quedarse en casa durante la Semana Santa en abril.
Las diferentes medidas económicas adoptadas por el gobierno incluyeron la creación por ley del Fondo Coronavirus, que asigna y reporta en forma transparente los recursos presupuestarios para responder a la emergencia sanitaria, manteniendo un control y rendición de cuentas sobre dónde y cómo se gasta el dinero. La creación de este Fondo, financiado parcialmente mediante la reducción temporal de los salarios del Presidente, los Ministros y los funcionarios públicos con sueldos más elevados, obtuvo el apoyo de todo el espectro político y fue votado en forma unánime en el Parlamento.
Atención médica de calidad y una red integral de protección social
La amplia cobertura de la infraestructura sanitaria también contribuyó al éxito de Uruguay. La salud representa más del 20% del gasto público general, en comparación con un promedio del 12% en América Latina. La atención médica es gratuita para la población más vulnerable. En el país hay 5 médicos por cada 1.000 personas, según datos de 2017, en comparación con un promedio de 2,3 en la región. La disponibilidad de camas de hospital también es una de las más altas del continente, y se tomaron medidas rápidamente para aumentar su disponibilidad para las salas de cuidados intensivos, así como del número de respiradores.
El hecho de contar con uno de los sistemas de protección social más integral de América Latina ha ayudado a Uruguay a proteger tanto la salud como los recursos financieros de su población más vulnerable. El funcionamiento eficiente de estabilizadores automáticos tales como el seguro de enfermedad y el seguro de desempleo, brinda asistencia médica y soporte público a los ingresos de los hogares para amplios segmentos de la sociedad. Una decisión clave del nuevo gobierno fue la extensión del beneficio por enfermedad a todos los trabajadores mayores de 65 años en el sector privado, para que pudiesen quedarse en sus casas.
Aunque se ha incrementado desde 2018, la tasa de pobreza nacional, en particular entre las personas de edad avanzada, sigue siendo menor al promedio regional. Lo mismo sucede con la desigualdad y la informalidad. Esta combinación virtuosa de factores podría haber ayudado a mitigar la propagación de la pandemia, junto a la baja densidad de población, especialmente fuera de Montevideo, la capital del país.
En conclusión, la realidad es que el secreto del éxito uruguayo no es un secreto en absoluto. Consiste en cosechar los frutos de una fortaleza institucional de larga data y el énfasis en la economía del bienestar, la cohesión social y la libertad individual con responsabilidad social. La fuerte tradición democrática de Uruguay significó que los ciudadanos confiaran en las orientaciones y recomendaciones de las políticas públicas de salud, que llevó a un acatamiento muy alto de la cuarentena voluntaria y adhesión a las medidas de distanciamiento social. Sobre estas bases, la respuesta rápida, transparente, inclusiva y con bases científicas del gobierno ha permitido a los padres uruguayos gozar de un alivio colectivo ante la vuelta a clases de sus hijos.
Nota original: Economis